Ciro el Grande

Ciro el Grande

“Yo soy Ciro, rey del mundo, gran rey, rey poderoso, rey de Babilonia.”

Fundador del Imperio persa

Quien en su apogeo, el Imperio persa gobernaba en la mitad de la población mundial.

Historia y leyenda

Ciro II el Grande (siglo VI a. C.) fue un personaje prominente y célebre por sus grandes hazañas cuyos dominios se extendieron sobre Media, Lidia y el imperio de Babilonia, dando origen al Imperio aqueménida. Ciro II era hijo de Mandana, hija del rey medo Astiages, y del rey de la dinastía aqueménida Cambises. Según el historiador Heródoto, Astiages ya había soñado con que un día su nieto le sustituiría. Ante esta gran amenaza, Astiages mandó al comandante del ejército medo Harpago, que matara al bebé. Al contrario de su mandato, Harpago lo entregó a un pastor del corte medo para que lo abandonara en la montaña. Como el hijo del pastor había nacido muerto, cuidó a Ciro y le mostró a Harpago el cuerpo de su hijo muerto. Una vez visto a Ciro,  Astiages supo que ya era tarde. Al suceder a su padre en el 558 a. C.,  Ciro se rebeló contra Astiages y lo derrotó (550 a. C.). A partir de entonces el imperio de los persas comenzó.

Primeros años del reinado

Hacia el 553 a. C. se rebeló ante Astiages, haber sido provocado por Harpago, dando lugar a  una prolongada guerra entre los medos y persas. Tras el ataque de Astiages contra Ciro y haber sido entregado a él por sus propias tropas, Ciro conquistó Ecbatana, la antigua capital de los medos, alrededor del 550 a. C. De esta manera el imperio de Media se puso bajo el control de los aqueménidas.

A finales de la década de 540 a. C. estalló una guerra contra Babilonia. El ejército de Ciro triunfó en la batalla de Otis y luego en Sippar. Finalmente, con el apoyo del sacerdocio babilonio pudo conquistar Babilonia. La ciudad estaba fuertemente fortificada y tenía suficientes reservas para resistir un largo asedio. Los persas desviaron el curso del Éufrates para permitir que una pequeña tropa bajo el liderazgo de Ugbaru se apoderara de las ciudadelas mientras los babilonios celebraban una gran fiesta religiosa. Cuatro días después, el 12 de octubre de 539 a. C., Ciro entró en Babilonia. En su reinado, los judíos, quienes habían sido expulsados a Babilonia por Nabucodonosor II, pudieron regresar a Jerusalén. Judea no se convirtió en un reino independiente sino en una provincia del Imperio persa sirviendo a las intenciones estratégicas de Ciro contra Egipto. Toda la región conquistada estaba unida en una única e inmensa satrapía juntando Babilonia, Siria y Palestina.

Conquista de Babilonia

Desde luego, la conquista que aprobó el papel de Persia como potencia dominante fue la de Babilonia. El clero babilonio, devoto del culto de Marduk, estaba enfrentado con Nabonido y apoyaba a Ciro, así que entró en Babilonia en el 539 a. C. sin luchar. Con su sabiduría política, por un lado dejó que los funcionarios babilonios mantuvieran sus puestos anteriores, mientras que por otro lado con el apoyo del clero, se proclamó rey, a quien el Marduk había elegido para su pueblo.

Incluso la tradición judía le atribuyó el papel de libertador porque posibilitó el regreso de los judíos  a Palestina  y la reconstrucción del templo de Jerusalén, destruido por los babilonios. Las dos tradiciones le atribuyen generosidad hacia los vencidos, junto con un puño de hierro contra los rebeldes y conspiradores.

El Cilindro de Ciro

El Cilindro de Ciro es un antiguo bloque cilíndrico de arcilla que contiene una inscripción  en acadio babilonio cuneiforme del rey Ciro el Grande, legitimando la conquista de Babilonia y tomando medidas para ganar el favor de sus nuevos súbditos. Esta pieza fue descubierta en las ruinas de la antigua ciudad de Babilonia en Mesopotamia (actual Irak) en 1879  de nuestra era y hoy en día forma parte de la colección del Museo Británico, que patrocinó la excavación. Fue construido y utilizado como depósito de cimentación tras la conquista persa de Babilonia en el 539 a. C., cuando el Imperio neo-babilónico fue invadido por Ciro y se incorporó a su vasto imperio.

La declaración también afirma que el pueblo babilonio recibió a Ciro como su nuevo gobernante describiéndole como un benefactor quien mejoró la vida de los ciudadanos, repatrió a los expulsados y restauró templos y lugares de culto en todo Mesopotamia. La inscripción termina explicando cómo él reparó los muros de la ciudad de Babilonia. El cilindro de Ciro es conocido como la primera carta de derechos humanos. El cilindro decreta temas como la abolición de la esclavitud, libertad de elección profesional, expansión del imperio y tolerancia religiosa.

Últimos años de Ciro

Tras la conquista de Babilonia, Ciro regresó a Persia como “rey del Mundo”, es decir, el poseedor de todos los títulos reales en Mesopotamia y Asia Menor. Ciro era rey de Súmer, Acad, los hititas, los asirios y los medos, así como los persas. Sin embargo, no consiguió la transformación política del estado persa según lo que tenía en la mente. De hecho, cuando murió en el 530 a. C. luchando contra las tribus de Asia Central (masagetas), las que amenazaban las satrapías orientales, su proyecto aún no había terminado. Tras la creación de su vasto imperio, Ciro giró su mirada hacia el este de Persia y atacó a los nómadas iranios de masagetas, gobernados por la reina Tomiris. Se dice que Ciro tomó a su hijo como prisionero. Desestimando las amenazas de la reina para que le devolviera su hijo sano, Espargapises se suicidó. En el día de la batalla, los masagetas vencieron al ejército persa (el 530 a.C.) y Tomiris encontró el cadáver de Ciro y le cortó la cabeza. A pesar de que la historia parece creíble, puede que la verdad esté oculta. Su hijo, Cambises, nombrado como su sucesor, llevó el cuerpo de su padre a Pasargada, la primera capital del Imperia persa donde queda la tumba de Ciro el Grande.

Tumba de Ciro, el monumento más famoso de Pasargada

Construida sobre seis escalones que conducen al actual entierro, cuya cámara tiene una entrada baja y estrecha. Alejandro Magno rindió homenaje al mausoleo de Ciro después del saqueo y destrucción de Persépolis y ordenó a Aristóbulo, uno de sus lugartenientes, que entrara en el edificio donde encontró una cama de oro, una mesa puesta, un ataúd dorado, algunas vestiduras adornadas con piedras preciosas y una inscripción.

Se dice que en la cámara interior Ciro el Grande escribió un mensaje a cualquier conquistador, incluido Alejandro Magno, que después de escuchar las palabras de Ciro el Grande se puso a llorar:

“Oh, hombre

Quien quiera que seas,

Vengas de donde vengas,

Soy Ciro, quien fundó el imperio de los persas.
No tengas rencor

A esta poca tierra que cubre mi cuerpo.”

En la era islámica, el ejército árabe decidió destruirlo porque se suponía que contrastaba con los principios del islam, pero los guardianes persas lograron convencer al comandante del ejército de que no la destruiría en honor de Ciro el Grande y se salvó.

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